*No todo tiene que ser gracioso.

sábado, 15 de octubre de 2011

Y un día te das cuenta...

... que aquellas líneas,
que leíste hace tanto y
que nunca dejaron de sonar en tu cabeza,
no eran del escritor
sino de una cancion,
que nunca dejará de sonar en tu cabeza.




Nunca volví a ver a mi abuela.

Regresamos a casa y seguimos adelante.
Ahora mi abuelo tenía que cocinar para nosotros.
Así que para desayunar, cenar, comer y merendar,
tomábamos tostadas doradas con mermelada plateada
y tazas de té.
Hasta que me fui a casa.

Envejeció tanto después de aquella noche
como si los años le hubieran alcanzado a toda prisa.
Daisy, Daisy, cantaba, contéstame, por favor.
Si tú fueras la única chica del mundo y yo fuera el único chico.
Mi viejo me dijo que siguiera el furgón.
Mi abuelo era el que tenía la mejor voz de la familia,
decían que habría podido ser un solista del coro,
pero había fotos que revelar,
radios y maquinillas de afeitar que arreglar...
sus hermanos formaban un dúo musical: los Ruiseñores,
habían salido por televisión en los primeros tiempos.

Lo sobrellevó bien. Aunque, bastante tarde una noche,
me desperté y, al recordar las barritas de regaliz de la despensa,
bajé al primer piso.
Mi abuelo estaba allí, descalzo.

Y, en la cocina, completamente solo,
le vi acuchillar una caja.
Me hiciste amarte.
Yo no quería.


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